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miércoles, 12 de febrero de 2020

Fragmentos de la Regenta con ejercicios





CAPITULO I (Comienzo de la novela)
 La heroica ciudad dormía la siesta. El viento sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte. En las calles no había más ruido que el rumor estridente de los remolinos de polvo, trapos, pajas y papeles que iban de arroyo en arroyo, de acera en acera, de esquina en esquina revolando y persiguiéndose, como mariposas que se buscan y huyen y que el aire envuelve en sus pliegues invisibles. Cual turbas de pilluelos, aquellas migajas de la basura, aquellas sobras de todo se juntaban en un montón, parábanse como dormidas un momento y brincaban de nuevo sobresaltadas, dispersándose, trepando unas por las paredes hasta los cristales temblorosos de los faroles, otras hasta los carteles de papel mal pegado a las esquinas, y había pluma que llegaba a un tercer piso, y arenilla que se incrustaba para días, o para años, en la vidriera de un escaparate, agarrada a un plomo.
a)      Género literario y justificación.
b)      Tipo de texto: ¿narrativo o descriptivo? Justifica tu respuesta.
c)      Tipo de narrador.
d)      ¿De qué trata el texto? Resúmelo en dos líneas.
e)      ¿Cuál es el único ruido que se oye en la ciudad? ¿Por qué?
f)        Identifica: comparaciones, personificaciones y enumeraciones.
g)      Tiempo verbal predominante.
h)      Ritmo narrativo: ¿lento o rápido? Justifica tu respuesta.
i)        Análisis de la cohesión: La cohesión de este fragmento la encontramos al identificar:
-        Palabras clave.
-        Repeticiones.
-        Sinónimos y antónimos
-        Hiperónimos e hipónimos.
-        Campos semánticos (léxicos).
-        Familias de palabras.
-        Anáfora y catáfora.
-        ¿Algún recurso literario que aparezca constantemente?
-        Marcadores textuales (conectores).

j)      Análisis de la coherencia:
-        Tema principal.
-        Tema de cada enunciado y relación con los demás.






Don Fermín contemplaba la ciudad. Era una presa que le disputaban, pero que acabaría de devorar él solo. ¡Qué! ¿También aquel mezquino imperio habían de arrancarle? No, era suyo. Lo había ganado en buena lid. ¿Para qué eran necios? También al Magistral se le subía la altura a la cabeza; también él veía a los vetustenses como escarabajos; sus viviendas viejas y negruzcas, aplastadas, las creían los vanidosos ciudadanos palacios y eran madrigueras, cuevas, montones de tierra, labor de topo... ¿Qué habían hecho los dueños de aquellos palacios viejos y arruinados de la Encimada que él tenía allí a sus pies? ¿Qué habían hecho? Heredar. ¿Y él? ¿Qué había hecho él? Conquistar. Cuando era su ambición de joven la que chisporroteaba en su alma, don Fermín encontraba estrecho el recinto de Vetusta; él que había predicado en Roma, que había olfateado y gustado el incienso de la alabanza en muy altas regiones por breve tiempo, se creía postergado en la catedral vetustense. Pero otras veces, las más, era el recuerdo de sus sueños de niño, precoz para ambicionar, el que le asaltaba, y entonces veía en aquella ciudad que se humillaba a sus plantas en derredor el colmo de sus deseos más locos. Era una especie de placer material, pensaba De Pas, el que sentía comparando sus ilusiones de la infancia con la realidad presente. Si de joven había soñado cosas mucho más altas, su dominio presente parecía la tierra prometida a las cavilaciones de la niñez, llena de tardes solitarias y melancólicas en las praderas de los puertos. El Magistral empezaba a despreciar un poco los años de su próxima juventud, le parecían a veces algo ridículos sus ensueños y la conciencia no se complacía en repasar todos los actos de aquella época de pasiones reconcentradas, poco y mal satisfechas. Prefería las más veces recrear el espíritu contemplando lo pasado en lo más remoto del recuerdo; su niñez le enternecía, su juventud le disgustaba como el recuerdo de una mujer que fue muy querida, que nos hizo cometer mil locuras y que hoy nos parece digna de olvido y desprecio. Aquello que él llamaba placer material y tenía mucho de pueril, era el consuelo de su alma en los frecuentes decaimientos del ánimo.
a)      Transforma las tres líneas iniciales a estilo directo, es decir, como si las dijese en voz alta el Magistral.

b)      Subraya ejemplos de estilo indirecto libre, es decir, partes donde se recoja lo que piensa un personaje, pero sin ningún verbo de lengua que lo introduzca (decir, expresar, comentar…).

c)      ¿Con qué identifica don Fermín a Vetusta? Consecuentemente, el lector con qué relaciona al Magistral.

d)      Don Fermín afirma que ha conquistado Vetusta; ¿qué han hecho según él los habitantes?
e)      Explica por qué el Magistral prefiere recordar su infancia y no su juventud.
f)        Tiempo verbal predominante.
g)      Análisis de la cohesión: La cohesión de este fragmento la encontramos al identificar:
-         Palabras clave.
-         Repeticiones.
-         Sinónimos y antónimos
-         Hiperónimos y hipónimos.
-         Campos semánticos (léxicos).
-         Familias de palabras.
-         Anáfora y catáfora.
-         ¿Algún recurso literario que aparezca constantemente?
-         Marcadores textuales (conectores).

h)      Análisis de la coherencia:
-         Temas. 
-      Relación entre ellos.



CAPÍTULO XIII
La Marquesa, sin malicia, como ella hacía las cosas, llamó a su lado a Anita para decirla:
-Ven acá, ven acá, a ver si a ti te hace más caso que a nosotras este señor displicente.
-¿De qué se trata?
-De don Fermín que no quiere venir al Vivero.
El don Fermín, que ya tenía las mejillas algo encendidas por culpa de las libaciones más frecuentes que de costumbre, se puso como una cereza cuando vio a la Regenta mirarle cara a cara y decir con verdadera pena:
-Oh, por Dios, no sea usted así, mire que nos da a todos un disgusto; acompáñenos usted, señor Magistral...
En el gesto, en la mirada de la Regenta podía ver cualquiera y lo vieron De Pas y don Álvaro, sincera expresión de disgusto: era una contrariedad para ella la noticia que le daba la Marquesa.
Por el alma de don Álvaro pasó una emoción parecida a una quemadura; él, que conocía la materia, no dudó en calificar de celos aquello que había sentido. Le dio ira el sentirlo. «Quería decirse que aquella mujer le interesaba más de veras de lo que él creyera; y había obstáculos, y ¡de qué género! ¡Un cura! Un cura guapo, había que confesarlo...». Y entonces, los ojos apagados del elegante Mesía brillaron al clavarse en el Magistral que sintió el choque de la mirada y la resistió con la suya, erizando las puntas que tenía en las pupilas entre tanta blandura. A don Fermín le asustó la impresión que le produjo, más que las palabras, el gesto de Ana; sintió un agradecimiento dulcísimo, un calor en las entrañas completamente nuevo; ya no se trataba allí de la vanidad suavemente halagada, sino de unas fibras del corazón que no sabía él cómo sonaban. «¡Qué diablos es esto!» pensó De Pas; y entonces precisamente fue cuando se encontró con los ojos de don Álvaro; fue una mirada que se convirtió, al chocar, en un desafío; una mirada de esas que dan bofetadas; nadie lo notó más que ellos y la Regenta. Estaban ambos en pie, cerca uno de otro, los dos arrogantes, esbeltos; la ceñida levita de Mesía, correcta, severa, ostentaba su gravedad con no menos dignas y elegantes líneas que el manteo ampuloso, hierático del clérigo, que relucía al sol, cayendo hasta la tierra.
a)    ¿Cómo se sientes los personajes principales de este fragmento y por qué?
b)    División en partes y justificación.
c)     Analiza la coherencia, los distintos temas que aparecen.
d)    Analiza la cohesión.
Identifica ejemplos de estilo directo y de estilo indirecto libre.